Ha pasado un año desde el terrible terremoto que azotó el Sur mientras la espera y el abandono en que se encuentran la mayoría de los damnificados constituye una severa acusación contra la ineficiencia del Estado para reaccionar ante una catástrofe que nada tiene de sorprendente en nuestro país.
El Congreso trata de corregir la estructura burocrática diseñada por Forsur, sin embargo la inercia permanece. Seguimos viendo a los dueños de las 76 mil viviendas afectadas que viven en carpas e instalaciones precarias, mientras la señal más visible del gobierno son unas pequeñas cabañas de dormitorios hechos de madera.
El punto es que en Pisco no hay mucha paciencia, ni soluciones. Las víctimas siguen denunciando que los fondos para la reconstrucción fueron desviados, que no recibieron el dinero para la asistencia que requerían y que las donaciones de ropa fueron robadas a los almacenes y revendidas. Otros acusan al alcalde de hacer notar que la situación en Pisco ha cambiado, cuando se sabe que hace unos días todos han empezado a llegar a la zona del desastre para aparentar que sí se cumple con el proceso de reconstrucción.
Ante este tipo de tragedias nos damos cuenta que el verdadero proceso de reconstrucción aún no ha comenzado. En lugares como San Clemente y Pisco playa, Tambo de Mora y El Carmen en Chincha el dolor no ha desaparecido, si bien se ha recibido ayuda, la carencia de gestión y la falta de voluntad política de las autoridades locales y regionales no permiten que haya mejoras.
El ministro de Salud, Hernán Garrido Lecca ha mencionado al respecto que problema es que las autoridades locales no tienen bien definidos los proyectos, hay pelea por todo, todos quieren hacer las cosas diferentes y beneficiarse de cierta forma. Así es el caso de los hospitales, pues cada quien pretende hacer un hospital diferente. Los alcaldes o el presidente regional no asigna el presupuesto porque lo importante es poner la placa en un hospital nuevo.
Se tiene que pensar en hacer un esfuerzo grande en la legislación, para que sea más sencillo. Nos falta convicción para hacer las cosas y tener servicios y ayuda de calidad de parte del Estado.
El Congreso trata de corregir la estructura burocrática diseñada por Forsur, sin embargo la inercia permanece. Seguimos viendo a los dueños de las 76 mil viviendas afectadas que viven en carpas e instalaciones precarias, mientras la señal más visible del gobierno son unas pequeñas cabañas de dormitorios hechos de madera.
El punto es que en Pisco no hay mucha paciencia, ni soluciones. Las víctimas siguen denunciando que los fondos para la reconstrucción fueron desviados, que no recibieron el dinero para la asistencia que requerían y que las donaciones de ropa fueron robadas a los almacenes y revendidas. Otros acusan al alcalde de hacer notar que la situación en Pisco ha cambiado, cuando se sabe que hace unos días todos han empezado a llegar a la zona del desastre para aparentar que sí se cumple con el proceso de reconstrucción.
Ante este tipo de tragedias nos damos cuenta que el verdadero proceso de reconstrucción aún no ha comenzado. En lugares como San Clemente y Pisco playa, Tambo de Mora y El Carmen en Chincha el dolor no ha desaparecido, si bien se ha recibido ayuda, la carencia de gestión y la falta de voluntad política de las autoridades locales y regionales no permiten que haya mejoras.
El ministro de Salud, Hernán Garrido Lecca ha mencionado al respecto que problema es que las autoridades locales no tienen bien definidos los proyectos, hay pelea por todo, todos quieren hacer las cosas diferentes y beneficiarse de cierta forma. Así es el caso de los hospitales, pues cada quien pretende hacer un hospital diferente. Los alcaldes o el presidente regional no asigna el presupuesto porque lo importante es poner la placa en un hospital nuevo.
Se tiene que pensar en hacer un esfuerzo grande en la legislación, para que sea más sencillo. Nos falta convicción para hacer las cosas y tener servicios y ayuda de calidad de parte del Estado.
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